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  • Writer's pictureRoberto Ramos Perea

UN NUEVO CINE PUERTORRIQUEÑO

Updated: Jul 14, 2022

Lo que es obvio para muchos de los hacedores de cine en Puerto Rico, quizá no lo sea tanto para los que lo consumen. Hay un nuevo cine puertorriqueño desde la década del ochenta, cuando por razones tecnológicas que todos conocemos, el video análogo y luego el digital se convirtieron en la revolución liberadora de la prisión económica del cine fílmico.

Aquellos primeros unitarios de televisión que por alguna razón caprichosa duraban más de 60 minutos, como Obsesión de amor (c.1980) con Sharon Riley, o La Rosa Blanca (1979) de Elín Ortíz señalaron un camino para la producción de largometrajes de ficción que poco a poco pero de manera segura haría frutos.


“El impulso digital” a mediados de los noventa, diríase que fue un soberano empujón que nos rompió la boca contra el suelo. Muestras de excelencia del cine puertorriqueño como 12 horas (2002), Héroes de otra patria (1998), Plaza Vacante (2001) y El Callejón de los cuernos (1998) provocan que la esperanza se afirme sobre bases sólidas y abren las puertas a recursos y estructuras de producción que habían sido rechazadas por aquellos que entendían que de haber algún cine puertorriqueño, éste tenía que seguir como borrego incauto, los modos de producción estadounidenses.


Estadísticas del Archivo Nacional de Teatro y Cine del Ateneo han completado un registro de 1,187 películas puertorriqueñas o relacionadas a Puerto Rico desde sus inicios en 1898 hasta hoy. De todas esas muestras de todo tipo de cine (coproducciones, documentales, cortos, mediometrajes, animaciones y demás), aproximadamente 112 de ellas desde 1989 al 2005 han sido largometrajes de ficción puertorriqueños filmados en video análogo o digital.

Los trabajos de TUTV en colaboración con compañías productoras nuevas, que han dado a la pantalla excelentes trabajos como Desamores (2004), o los mismos producidos por ellos como Desandando la vida (2003), Revolución en el Infierno (2004), y Pa’ eso estamos (2005), por mencionar algunos de los últimos, han sido muestra fehaciente de que hay un proceso llevándose a cabo de la mano del Gobierno que en este caso, se trasluce en excelencia.


Las filmaciones de Cayo (2004), y de otras películas auspiciadas por la Oficina de Fomento de Cine, aunque en un tortuosa lucha con las estructuras de filmación y distribución norteamericanas, muestran la pujanza y el deseo de que ese nivel de producción continúe, aunque a todas luces sea disfuncional, no rentable y agotadoramente complejo.

La autogestión es la única manera que ha mostrado posibilidades de desarrollo y de excelencia artística. Es curioso como en los últimos meses, en las páginas de los diarios se da cuenta de numerosas producciones puertorriqueñas de películas en digital que se realizan sin siquiera saber si se podrán exhibir en alguna pantalla o en la televisión. Se hacen por la simple pasión de hacer cine, no para competir en el mercado americano ni para entrar en la ya impenetrable y absurdamente compleja cadena de distribución del cine comercial. Hay un cine que por su persistencia, -y con la tecnología a su favor- vencerá esas trabas.


La reciente producción de Taínos (2005), -que no sabemos aún como pudo franquear los absurdos requisitos de las salas comerciales a quienes no les importa el cine puertorriqueño- es muestra de que una autogestión mesurada, sin pretensiones, puede alcanzar sus objetivos. Actores de cine nuevos como Josué Reyes y Christie Miró, protagonistas de esta película, mostraron que hay un talento actoral que no es el que siempre se considera obvio.

Como dije, muchas de estas producciones quizá sólo alcancen una pasada de estreno, 200 copias del DVD, y ahí quedaron. Por ello, será urgente que de la misma forma que se crea un cine nuevo en Puerto Rico, se creen nuevas avenidas para que este cine pueda ser disfrutado por nuestro pueblo sin las cortapisas de la distribución dominada por Estados Unidos, y sin la censura de la televisión local.


Al igual que el teatro o los espectáculos de entretenimiento, cada organización cultural, cada municipio, debería proveer un espacio alternativo como red de distribución de este cine.


En este momento el laboratorio Gaspard de la Nuit del Ateneo filma su película Después de la Muerte (2006). Nosotros no iremos al cine de un centro comercial, ni mucho menos por su contenido nos dejarán espacio en la televisión. Pero ya tenemos hablados varios centros culturales de la Isla que han mostrado decisivo interés en que se proyecte la película. Así, se mostrará en la serie de Cine Sin Pantalla del Ateneo, y si aún existiese el Cine Ballajá, allá iremos a proponerlo. Pues fue el cine Ballajá un espacio imprescindible para que este cine nuevo puertorriqueño encontrara casa, por lo que resulta vergonzoso que este vital esfuerzo se vea ahogado por la burocracia cultural nacional.


Estoy seguro de que el pueblo apoyará este nuevo cine que se está haciendo y con la ayuda de los municipios se podrá lograr, como la ya iniciada gestión de los alcaldes de Manatí y San Germán, quienes muestran un ávido interés porque sus pueblos vean el cine puertorriqueño, e incluso de que las bellezas de sus municipios se usen como locaciones fílmicas.


Dejemos de soñar con esa desleal y absurda competencia con las estructuras del cine norteamericano, avenidas que siempre serán estrechas y tortuosas para nosotros. Revaluemos esos esquemas de producción que nunca podremos alcanzar con nuestra realidad económica tercermundista. Nuestro cine puertorriqueño no tiene nada que ver con ellas y si algo los une, es sólo la ambición de los cineastas nacionales de parecer, producir y vivir como lo que no son ni podrán ser. Esa “pesadilla norteamericana del cine puertorriqueño” no debe ocurrir nunca.


Exploremos la avenida de una distribución nacional alternativa, que con tiempo y entusiasmo, estoy seguro de que será ancha y libre para todos.

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