Tercero de una serie de 5 artículos
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Un grupo de dementes tortura y asesina a dos muchachas, pero luego sufrirán una venganza igual de sádica por parte de la familia de una de sus víctimas. Wes Craven supo conjugar astutamente las escenas gore (morbosas) con un argumento – inspirado, según confesión propia, por El Manantial de la Doncella del mismísimo Ingmar Bergman - que, en un país convulsionado por las muertes de jóvenes en la guerra de Vietnam y los crímenes de la familia Manson, funcionó como metáfora burda - pero efectiva - de la violencia soterrada en América. Esto convirtió a esta “cult-movie”, a pesar de su indigencia tanto presupuestaria como narrativa, en una de las películas pioneras del cine de terror adolescente. “Leatherface” (Gunnar Hansen) y familia en The Texas Chainsaw Massacre, Tobe Hooper, 1974. El pistoletazo de salida oficial del terror teen fue una versión corregida y aumentada de La Última Casa a la Izquierda. Aquí, nuevamente, un grupo de inocentes jóvenes, más o menos hippies, caen en manos de un clan familiar psicópata salido de las catacumbas rurales del estado de Texas, bastión casi oficial de los sectores sociales más cavernícolas de los Estados Unidos. En esta ocasión, el gore se llevó menos del lado de la casquería y más por el de una iconografía muy notable, inspirada, de nuevo, por la casa de los horrores real de Ed Gein. Esta puso la guinda a una esforzada puesta en escena, a pesar de la escasez de medios de Tobe Hooper. Es imposible negarle a este film la categoría de obra clave del terror de los 70.
De forma inteligente y brillante, Carpenter llevó a cabo la transición del subgénero del “psycho killer” desde el underground y las sesiones de madrugada hasta el cine commercial. El creador de esta obra logró esto rebajando el contenido gore, sustituyendo la técnica amateur y la transgresión de las “cult-movies” por un estilo más conservador, lo cual trae a colación referencias como el cuento del hombre del saco. Con “Michael Myers” y su oleada de imitadores - el más obvio es evidentemente en “Jason” de Viernes 13 - vuelve la asociación de Psicosis entre el sexo y la muerte. Mientras los jovencitos pecadores que se van de juerga son castigados, la dulce muchacha virginal de su casa sobrevive, aspecto con el que ironizará más tarde Scream.
En una interesante vuelta de tuerca, “Freddy Krüeger” hace evidente su condición de producto de las pesadillas del inconsciente colectivo apareciendo en los sueños de sus víctimas. De esta forma, se lleva a cabo finalmente la fusión entre el cine de psicópatas y el género fantástico: estamos en un sueño y, por lo tanto, las posibilidades son infinitas. El film consigue crear todo un ícono (el sombrero, la cara abrasada, el jersey a rayas y sobre todo la “mano-garra”) que pasa a formar parte de la mitología contemporánea rivalizando en éxito popular con la máscara de “Michael Myers”.
“Ghostface” (Dane Farwell) en Scream, Wes Craven, 1996.Tras ser pionero del género del horror y aportar uno de sus títulos emblemáticos, Craven se corona rey indudable del terror adolescente al revitalizarlo, contra todo pronóstico, a finales de años 90. Saqueando con talento, ironía y desvergüenza las convenciones creadas en todos los títulos anteriores, Scream introduce en el mundo del “psycho-killer” el “metalenguaje”, la postmodernidad y el collage de comedia, terror y thriller de quién-es-el-asesino con una insólita, aunque luego imitadísima, mezcla de vanguardia y comercialidad. ¿Epílogo de un género o prólogo de un nuevo estilo donde las etiquetas genéricas antiguas ya no valen? El tiempo lo dirá…